HERETIC. BIENVENIDO, MR. GRANT.
Heretic abre la que quizá sea la puerta más inesperada en el género de terror —e incluso en el terreno de la interpretación—, la puerta tras la que se oculta y aguarda pacientemente el rostro de Hugh Grant como, supongo, jamás nadie imaginó.
No sería estricto afirmar que esta es la primera ocasión en la que Grant se distancia de sus roles tradicionales para introducirse en la piel de un personaje oscuro, pero sí es innegable que Heretic supone su ópera prima en lo que al mal elevado a la máxima potencia se refiere.
Es cierto que por insignificantes —o directamente lamentables— que hayan sido las interpretaciones de Grant, éstas siempre han estado supeditadas a las películas que ha protagonizado; es decir, no se trata de una incapacidad por su parte para interpretar —de hecho ese deje cínico y esa sonrisa en la que resulta imposible confiar completamente siempre han estado ahí—, se trata del material de base, de los guiones y la dirección de las películas que han hecho de Grant una figura de lo más rentable y anodina.
Pero el dragón durmiente estaba ahí, solo era cuestión de tiempo, guion y dirección que despertase. Y tras varios tímidos bostezos, despertó.
Tanto en guion como en dirección, el dúo formado por Scott Beck y Brian Woods se ha ido fortaleciendo —con altibajos, cierto— en los últimos veinte años, y ha ido especialmente al alza desde que se ocuparon de escribir y dirigir aquella estupenda y modesta Haunt (2019) y pusieron sus guiones al servicio de la trilogía —e hipotética saga— A Quiet Place (2018, 2020 y 2024).
La combinación entre guion y dirección por parte de este dúo ha eclosionado en Heretic, su última, mejor y más arriesgada película hasta la fecha. Una película que, afortunadamente, da la bienvenida a la peor cara del mejor Mr. Grant.
KILL BUTTERFLY KILL. CLUEDO, LUEGO EXISTO.
Como buena historia nacida de la mente de dos guionistas, Heretic comienza, se expande y concluye en base a la conversación. Pero hay un símbolo, una metáfora constante que —independientemente de las diversas reacciones que provoque en el público— marca el inicio y el final de esta pesadilla versada en la filosofía adoptada ante la religión.
Ese símbolo —la mariposa— me permite establecer una conexión entre Heretic y aquellos excesos del Exploitation oriental que sobre la ley callejera y la venganza llevaron a cabo Yu-Lung Hsu y Godfrey Ho en sus respectivas Kill Butterfly Kill (1982 y 1987). Obviamente no existe relación alguna entre aquellos excesos y esta película, pero el efecto mariposa sí se hará patente…
Pero volvamos a la conversación.
Heretic es elocuente en su narrativa desde el inicio. Las hermanas Barnes (Sophie Thatcher) y Paxton (Chloe East) aparecen lenta y progresivamente en plano. Sus escorzos enmarcan una montaña sobre la que el aire blanquecino anuncia una tormenta todavía lejana. Barnes y Paxton, dos jóvenes religiosas fieles a la doctrina mormónica, conversan acerca del Marketing y su presencia en todas las facetas de la vida, en todas las cosas en las que la gente decide creer, tanto desde el punto de vista espiritual como desde la mera práctica habitual que hace que los consumidores se decanten por un producto u otro.
En este caso concretamente, la conversación inicial desvela dos posibles posturas ante el sexo como negocio —aunque la apariencia marca un camino común— mientras el plano desvela que a espaldas de las hermanas, el banco sobre el que se han sentado a debatir anuncia la marca de preservativos cuyas características y su influencia en la sociedad inició el diálogo.
La película no duda en ofrecer un preámbulo lo bastante extenso como para retratar con detalle a las dos hermanas que, a la postre, servirán a modo de trasunto de Hansel y Gretel ante la irresistible tentación de llevar la palabra ante un inesperado templo maldito.
Paxton, neófita en la práctica de la expansión de la fe y la captación de fieles, muestra un cándido entusiasmo. Sus tonos —tanto físicos como emocionales y en lo que se refiere a su aspecto— son blancos, puros y visiblemente inocentes; ejercen un marcado contraste con respecto a Barnes, más experimentada —tanto como predicadora como en el sufrimiento vital—, de aspecto un tanto desaliñado, oscuro y abatido, y con una visión más pragmática de la fe que la que defiende Paxton.
Durante la prolongada introducción, Paxton y su sombra, Barnes, conversan acerca del presente y el futuro mientras suben y bajan agotadores tramos de escaleras y se enfrentan al rechazo y la crueldad de la sociedad que vive al margen de sus tribulaciones.
Presentadas ambas protagonistas y sus visiones de la fe y las cuestiones humanas, la tormenta se acerca y el camino hacia el extraño refugio se abre como la única posibilidad. La tentación es demasiado fuerte como para dejar ignorar la posibilidad de expandir su fe. Las nuevas Hansel y Gretel llaman, la puerta se abre y el juego empieza.
Tras la llamada, la puerta impone su propio tiempo, su propia narrativa, y los elementos clásicos del género mantienen al espectador y los personajes suspendidos en una tensión que ya conocen, pero que aquí no ha perdido su poder. Mr. Reed (Hugh Grant) deja atrás la sombra que lo anticipa y muestra su cara. Al fin, el conocido y previsible actor puede ejercer como un viejo y ladino zorro británico. Al fin, puede sonreír como, tal vez, siempre quiso hacerlo.
El diálogo abandona la escena y el cluedo comienza. El dúo se convierte en trío en un instante, y de forma inmediata (sin señales que lo indiquen ni normas que lo fijen), Mr.Reed y Barnes reconocen sus respectivas veteranías, sus oscuridades ante la luz de la fe que Paxton no cuestiona al mismo tiempo que las dudas con respecto a su capacidad para expandirla la atormentan. Tres sonrisas —la del zorro, el cuervo y la mariposa— cambian totalmente el rumbo de la película, fijado en el interior, en la oscuridad en la que el debate acerca de las luces que guían, confunden y se apropian de la humanidad está a punto de comenzar.
La lluvia cae, la tormenta ha llegado. Es tiempo del cluedo, del juego de ingenios sobre el bien y el mal.
Es cierto que Heretic cuenta con una fotografía, un Atrezzo y un montaje magníficos (éste resulta especialmente notable durante el primer acto en el interior de la casa), pero la verdad absoluta aquí reside en la trinidad: el guion, la dirección y las interpretaciones.
La partida se inicia extramuros, en el umbral de la especie de «templo-laberinto-sala de juegos» que Mr. Reed ha fabricado. Pero el verdadero conflicto dialéctico, religioso y filosófico, que ha de mutar en un Survival regido por cierta transgresión de las reglas clásicas, se desatará en el interior de un tablero en el que las piezas encuentran a la vez un refugio a la tormenta —que ya ha estallado—, y el camino hacia la diversión laberíntica del maestro de ceremonias.
La ambientación (con todos los elementos que la componen) resulta esencial en el primer acto dentro de la casa, pero la película carga todo el peso en el guion y las excelentes interpretaciones de Grant, Thatcher y East, que debaten y se debaten por el laberinto que el zorro ha construido para el cuervo y la mariposa.
Un laberinto, un juego de mesa cuyas raíces brotan de una de las obras maestras de J.L. Mankiewicz, Sleuth (La huella, 1972), y que mientas traza su propia senda establece ciertos paralelismos —lejanos, cierto— con aquella, literalmente, barbaridad que fue Martyrs (Pascal Laugier, 2008), aunque en lo que al planteamiento de la película a modo de cluedo, Heretic se aproxima mucho más a la sugerencia y la elegancia del juego representado como un divertimento teatral en la película de Mankiewicz.
El juego se adueña de la película, las opciones para las fichas dispuestas en el tablero se reducen y el tiempo de la noche y la tormenta se consume en el exterior mientras en el interior se reduce el duelo de ingenios y cuestiones de fe a un acto de supervivencia que conduce a una especie de catarsis en la que la oscuridad del zorro y el cuervo dan lugar a un posible triunfo de la mariposa.
La noche y la tormenta terminan, el laberinto revela sus enigmas y el día, abierto al exterior muestra un posible ganador, una posible respuestas a los dilemas. Tal vez esa sea la repuesta. Tal vez no. De lo que no cabe duda es que este duelo de palabras, pensamientos y pesares entre el zorro, el cuervo y la mariposa puede reducirse a una sentencia:
Cluedo, luego existo. Kill Butterfly Kill.
TRAILER de la película:
https://www.youtube.com/watch?v=rbrKALkcvKY&ab_channel=CINECONECTA
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Febrero 2025.