GAUA. EPISODIOS FANTÁSTICOS, POR PAUL URKIJO.
Gaua supone la última aventura suicida de Paul Urkijo Alijo dentro del cine español, un territorio en el que los géneros fantástico y de terror entrañan un riesgo constante, pero siempre capaz de ofrecer obras fascinantes.
Tras el más que interesante divertimento que fue Errementari (2017), y el retorno al pasado en busca de poderes olvidados que emprendió en la magnífica Irati (2022), Urkijo elabora en Gaua sus propios episodios: nacionales, nocturnos, fantásticos y desbordantes de misterio y fuerzas ocultas.
En cierto sentido, el hierro —forjado en Errementari— y templado para la guerra en Irati, acompañó a las fantasías que Urkijo narra a modo de cuento ancestral. Pero en esta aventura las espadas se apartan de la senda de las brujas; el autor provoca su propia escisión y quebranta la clásica alianza conocida como «Sword & Sorcery» que tantos títulos ha entregado al género fantástico.
No es esta la única tradición que Urkijo se atreve a quebrantar, pues también divide la unidad de la película para vencer mediante otro de los grandes y olvidados recursos de las historias de terror: los cuentos cortos.
Gaua fracciona sus escasos noventa minutos en una serie de historias cortas que avanzan, se entrelazan y retroceden unidas por un personaje común.
LA NUEVA NOCHE DE LAS BRUJAS.
En Gaua todo se mueve en torno al poder oculto en la noche, la leyenda y el olvido. En 1922, Benjamin Christensen hizo de la historia de la brujería una de las obras maestras definitivas de la en aquel entonces breve historia del cine; con su película Häxan, Christensen dividió siglos de misterios y barbaridades reales en pequeños episodios que mezclaron la ficción con la veracidad documental.
A lo largo de la historia cinematográfica, la brujería hechizó el género mediante el Folk-Horror, pero también ejerció su poder en la comedia, la aventura, o el drama —tanto social como trágico e histórico—, cruzó las fronteras anglosajonas para extenderse por tierras eslavas, nórdicas y orientales, hasta llegar a las costas mediterráneas, y tras arribar a España y adoptar las formas del Fantaterror, introducirse en la espesa oscuridad de los bosques del norte.
Allí, de la incontenible mano de Álex de la Iglesia, Las brujas de Zugarramurdi (2013) se expusieron al mundo actual de una forma tan clásica como irreverente, cómica y vanguardista. Urkijo ha recogido ese testigo en cierto sentido, pues sus misterios nacen y se desarrollan en lo más profundo de los bosques vascos, pero su mirada se dirige exclusivamente hacia una nueva forma de mostrar la noche de las brujas.
Gaua se sirve de la noche y el bosque, pero también de sus enemigos: la religión y sus fieles, leales a la causa, en busca constante de cualquier fuerza que escape a su control para luchar en su contra y exterminarla. Urkijo habla en definitiva de las líneas opuestas que siempre han seguido las diferentes formas de utilizar la naturaleza del ser humano: una para creer, obedecer y destruir. Otra para sentir y vivir en base a la razón aliada con el instinto.
En el siglo XVII, en el interior de las montañas vascas, Kattalin (Yune Nogueiras) lucha tanto contra su marido como contra todo aquello que le han impuesto como la razón, en forma de sentimiento y pensamiento único, siempre opuesto y dispuesto a silenciar la voz de la naturaleza, ya sea la que alberga los misterios perdidos en el tiempo —algo que supone la base argumental de Irati—, o la propia voz, que azuza el instinto de la verdadera supervivencia, esa que a veces supone lograr la felicidad.
Es probable que Urkijo vea su película sometida a juicios severos que dicten sentencias sobre su discurso —que en ningún caso carece de sutileza como un error, pues muestra exactamente lo que pretende—, pero la verdad es que maneja perfectamente los elementos sociales, con los que establece un sistema de comunicación entre la realidad de aquella época en lo que a la verdadera humanidad se refiere (en aquella época y en todas las anteriores, para ser más exacto) y el mundo actual, que más allá de las ilusiones tecnológicas mantiene sus terribles convicciones y ciertos poderes en el olvido.
Así, la conexión entre Gaua y Häxan, la obra capital de Benjamin Christensen, no se reduce solo a la división en episodios; igual que el cineasta danés en su día, Urkijo utiliza la realidad de los sentimientos y pasiones humanas —tanto las necesarias como las pérfidas— a favor de la exposición de su historia como un hecho real narrado a modo de ilusión, como si el cuento y sus poderosos misterios estuviesen al servicio de la realidad, algo que es, después de todo, la realidad en sí misma.
Tras el enfrentamiento con su marido y sus temores, que intentan contradecir y anular su instinto, Kattalin emprende un irónico camino de huida hacia el bosque y la noche, que han de hacerla prisionera para ofrecerle al fin la libertad. «La noche para las de la noche», advierte antes de atacar la voz de la primera de las apariciones fantásticas que Urkijo tiene reservadas para mayor recreo del espectador, quien sin duda caerá rendido ante el impresionante diseño de producción (obra del propio Urkijo), la fotografía de Gorka Gómez Andreu y el vestuario de Nerea Torrijos.
Tras la advertencia, el ataque inminente cesa de pronto, como una ilusión del cine primitivo que se desvaneciese súbitamente, y la que posiblemente sea la utilización pagana del número tres más célebre en la historia de todos los inframundos que alguna vez han sido, entra en escena. Tres brujas de aspecto, carácter y naturaleza absolutamente fieles al lugar, la ocasión y la época aparecen para salvar a Kattalin de su propia huida y someterla a la prueba que decidirá sobre su salvación o su condena.
Graxiana (Elena Irureta), Beltra (Ane Gabarain) y Reme (Iñake Irastorza), son las tres brujas que someterán a Kattalin al verdadero juicio que ha de sentenciar su suerte, más allá de las fronteras del mundo que ha hecho de sus artificios la única naturaleza posible. Este trío que tanto puede provocar en el espectador reminiscencias de las gorgonas griegas y las hechiceras de Macbeth, como de personajes que provocan simpatía mediante su naturaleza extravagante, abren la puerta de la que parten las múltiples y entrelazadas sendas que Gaua recorrerá hasta el corazón del misterio fantástico que aguarda en el bosque.
Mediante este encuentro en el que las tres brujas retan y fuerzan a Kattalin a contar una historia al amparo de la noche y el bosque, Urkijo divide la película en una serie de cuentos breves que muestran el oscuro artificio de la razón impuesta, contraria a la senda iluminada por el fulgor de la luna. Seres que regresan de la muerte en formas alucinadas, hombres torturados en su entrega a la fe, y un amor que late escondido en el bosque entre Kattalin y Maritxu (Erika Olaizola) ilustran algunos de los lienzos en los que Urkijo muestra su universo poblado de fantasías inconfesables a este lado de la realidad.
Así, el contraste constante entre los deseos pervertidos por la fe, y la fe en la felicidad en base al deseo, Gaua muestra mediante el arte mayor del relato breve una serie de fantasías, ilusiones truncadas y pasiones mezquinas que confluyen en un aquelarre final tan deudor del universo fascinante y grotesco de Goya como de la eterna necesidad que el mundo real tiene de los bosques, la noche, las brujas y poder fantástico de todo aquello que, pese a nosotros mismos, todavía nos espera en un lugar que hemos olvidado.
Tan real como la necesidad del sueño es el poder de fascinación que ostenta Gaua. Una película absolutamente necesaria para el cine.
Tráiler de la película:
https://www.youtube.com/watch?v=unozkPPR05M
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Noviembre 2025.