EIGHT FOR SILVER.
UNA CUESTIÓN ELEMENTAL.
Eight for Silver (o The Cursed, según preferencias) se trata de una cuestión elemental, tanto dentro del cine de terror como de la filmografía de Sean Ellis.
Esta cuestión elemental puede abordarse desde varios puntos. Por un lado, la película se desarrolla mediante elementos comunes que —aunque no por vistos y utilizados en infinidad de ocasiones han de suponer necesariamente un lastre—, sí arriesgan demasiado en favor de la atención de un espectador escéptico (a estas alturas) ante los elementos que el guion de la película pone en escena.
Maldiciones, mansiones cercadas por la niebla, familias taciturnas en crisis rendidas a la autoridad de un solo miembro, terrenos pantanosos, antorchas de luz mortecina en la lluvia en busca de la bestia…
Ellis vertebra su película con estos componentes, y lo cierto es que la fórmula funciona —pese al posible y prematuro hastío del público—, pero el autor guarda ciertos secretos tras las cuestiones elementales que, lejos de ceder la película a la complicidad del espectador, la fortalece contrarrestando una trama elemental con dos factores clave: la ampliación del imaginario licántropo y el uso de los componentes básicos de la cinematografía: la pintura y la fotografía.
Dos formas de expresión que sirven a este cine y las fuerzas elementales (agua, tierra, aire y fuego) como escenario definitivo para alzarse contra el olvido naciente con el nuevo siglo.
Se trata en este cuento de una compleja cuestión elemental.
DE LIENZOS, FUEGOS, TRINCHERAS, BRUMAS Y CIÉNAGAS.
Eight for Silver es ante todo el lienzo que escenifica una batalla entre el nuevo siglo y los vestigios de la eternidad.
La infinita tradición oral europea en lo que a fantasías, ensoñaciones, terrores y fugaces ilusiones vaporosas se refiere, vio convertida la palabra efímera y apenas susurrada —pero sostenida a lo largo de los siglos— en páginas que habrían de alcanzar la inmortalidad mientras, paradójicamente, el nuevo siglo pretendía ignorar los poderes ancestrales con las revoluciones industriales, tecnológicas y científicas que impulsaron a la humanidad al nacimiento de una era sin límites, y al mismo tiempo cercada por el mal más antiguo de todos: la guerra.
Así, el acervo espectral europeo no solo resistió el ataque de la nueva revolución, sino que, paralelo a La belle époque, tuvo lugar una especie de traslado de la fantasía oral a la literatura, reteniendo las palabras en las páginas de la literatura, en una especie de segundo auge de la narrativa gótica que había forjado las visiones fantásticas del anterior cambio de siglo.
En Eight for Silver, Ellis se sirve muy eficazmente de aquella situación, e incorpora el pictoralismo fotográfico a la película, más como la forma narrativa definitiva de sus historia que como un recurso visual.
Así, Ellis se hace cargo de los tres principales elementos narrativos de la película —dirección, guion y fotografía— supeditando los dos primeros a la imagen que, por alguna extraña razón trasciende sus límites y adquiere una dimensión literaria.
Eight for Silver no arriesga en su propuesta ni en el desarrollo del guion —más allá de mezclar la licantropía con otros seres—, pero su texto se nutre y crece e base a la imagen, de la fotografía que pretende (y logra) ser pintura y a la vez literatura.
El argumento de la película traza un arco entre aquel fin de siglo y la Primera guerra mundial que abarca las cuestiones humanas, sugiere los misterios que habitan en la naturaleza como fuerza elemental, e invoca el poder de la bestia contra la razón y la investigación, algo con lo que Eight for Silver entronca muy significativamente con El pacto de los lobos (Christophe Gans, 2001), si bien Ellis aleja el desarrollo de sus historia del punto común con el título francés.
La soledad, frustración, incomunicación y aislamiento como factores humanos que padece Isabelle Laurent (Kelly Reilly) a manos de su esposo Seamus (Alistair Petrie), y la figura de John McBride (Boyd Holbrook), heraldo del nuevo siglo enviado por la nueva ciencia para combatir los poderes ancestrales, no resultan elementos atractivos por sí mismos. Es la forma que Ellis tiene de utilizar estos recursos agotados lo que aporta vida a su película.
En los primeros compases, antes de que los poderes antiguos y elementales cercen la civilización tras los muros de la superstición, las tribulaciones de la familia protagonista mantienen la atención del espectador porque Ellis cede las estupendas interpretaciones y lo previsible y anodino del texto a los dictados de la imagen y su extraño y enorme poder fotográfico y pictórico. El ambiente oprime y castiga a los personajes con mucha más fuerza que las palabras, y el halo mortecino y traslucido que parece respirar aquello que solo se intuye, resulta lo bastante elocuente como para que Ellis pueda permitirse el gran acierto de guardar silencio.
Esto, es una cuestión elemental…
Una vez planteada la solución al problema, Eight for Silver sigue requiriendo la complicidad del espectador, pues aunque la forma resulta muy atractiva y eficaz, el fondo es conocido. Pero Ellis se mantiene firme en su búsqueda de lo elemental.
Una vez planteados los pesares humanos, el autor se afana en demostrar que los elementos dramáticos elementales que necesita exponer no llevarán la película por un camino —el del melodrama— por el que se habría perdido sin remisión.
En el segundo acto todo retrocede. La ciencia, el espíritu científico e industrial del fin de siglo, la razón… todo regresa al origen, a lo que resulta invisible y apenas concebible tras el aliento que protege el corazón del bosque.
Las fuerzas elementales son ahora las protagonistas, y de la misma forma que el el primer acto Ellis utilizó la imagen pictórica como toda narrativa para exponer la tristeza y el entorno, ahora el agua de los pantanos, el fuego de las antorchas y el aire viciado en forma de niebla que perfila las siluetas de los horrores que reclaman la tierra, se muestran al espectador como ilusiones, como juegos perversos del sueño que adoptan formas difusas, de gritos, rostros y cuerpos deformados y atrapados por las fuerzas elementales.
El mito ancestral del licántropo no basta en el relato de Ellis. Este cuento versa sobre la fuerza elemental que motiva y condena al humano, tanto en la paz inquietante de los páramos y pantanos, como en la confusión sangrienta y ensordecedora de la guerra.
El lobo no acecha en soledad, el destino del humano ha de terminar en sangre y fuego, antes en los colmillos de la bestia y después en las trincheras de la batalla, pero en su recorrido la maldición se mostrará desplegando todo su poder con fantásticas y grotescas deformaciones que reclaman del terror elemento de la ciencia-ficción. Hay un poder elemental que reduce el cine de Ellis a la pintura, la fotografía y la literatura, territorios en los el terror aguarda paciente nuestro regreso.
Eight for Silver es una suerte de teatro de sombras en el que las fuerzas elementales se muestran como realidades fugaces mientras el mundo que los humanos creen conocer se viene abajo tras los muros de sus propias supersticiones, mientas las llamas y la sangre avanzan hacia su objetivo.
Eight for Silver es una magnífica cuestión elemental.
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Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Septiembre 2024.