ALFRED HITCHCOCK ENSEÑA.
Después de ver North by Northwest (Con la muerte en los talones) o cualquier otra película de Alfred Hitchcock, es fácil comprender que si el cine fuese un aula y el espectador un alumno, Hitchcock sería el maestro.
Desde un punto de vista global, creo firmemente que no habrá jamás un director que lo iguale, creo que jamás habrá nadie que domine el lenguaje cinematográfico, los trucos, los giros de guión y la puesta en escena como él. Y creo que jamás habrá nadie tan vanguardista y que guarde tantos secretos tras sus películas.
Pasen los años que pasen y por muchas veces que volvamos sobre sus películas, siempre descubriremos algo nuevo. Nadie más es capaz de algo así.
Como ya he dicho por aquí varias veces, hay tipos que inventaron las películas, tipos que las reinventaron y un tipo que lo inventó y reinventó todo. Hitchcock es una cima inalcanzable en todas sus facetas y épocas, por lo que decidir cuál es su regalo a la humanidad más preciado es casi imposible.
Sin embargo creo que sí se podría decir que aquí, este viaje en el que obligó a Cary Grant a recorrer desorientado y confuso el camino que traza en North by northwest con la muerte pisándole los talones, Hitch alcanzó la cumbre del blockbuster.
Después vendría la etapa arriesgada y personal, el modo autor y demás grandezas no aptas para todos los públicos, pero aquí, el fat british todavía estaba por la labor del espectáculo, eso sí, con unas condiciones muy severas.
NORTH BY NORTHWEST. CORRE, CARY GRANT, CORRE.
Desde el primer instante, en una secuencia en la que un insignificante gesto de Grant desata la madre de todos los McGuffins hasta el final mismo de la película, Hitchcock confunde y atrapa al espectador y al propio Grant, quien no llegó a saber muy bien qué carajo se proponía el maestro con todo aquello.
Un espía que no existe huyendo de enemigos que no conoce, por motivos que ignora hacia un lugar del que no ha oído hablar. La soledad del corredor de fondo deformada por el colmillo goteante de Hitch, el Technicolor adaptado a sus necesidades y el Scope descartado en favor del Vista Vision de la Paramount impuesto por el cabronazo británico al león de la Metro.
Y es que en 1959, aunque nadie supiese qué diablos estaba haciendo, Hitchcock era el jefe, y como tal, él sí sabía hacia donde iba aquello, a la cima.
Un ejemplo claro lo tenemos en la mítica secuencia del avión. Aquí el divertimento de Hitch lleva al espectador al punto álgido.
Grant no sabe dónde está ni hacia dónde va, la breve charla previa a la secuencia lo desorienta todavía más: dos tipos en un paraje desértico, uno de ellos se pregunta qué diablos hace un avión fumigando donde no hay cosecha, se sube a un autobús y abandona la escena.
Nadie sabe por qué Grant no hace lo mismo y una vez solo de nuevo, Hitch saca el colmillo a gotear, y le dice al bueno de Cary que corra y prepare su vis cómica, porque tiene la muerte en los talones, pero eso no significa que la secuencia con la que Hitch planea sobre su cabeza esté libre de ironía.
La estructura narrativa de la secuencia es un milagro: el enemigo acecha con el arma más insólita que podamos imaginar, un avión fumigador en el desierto. No un silencioso, implacable y elegante asesino haciendo su trabajo. No. Grant es cómico y Hitchcock listo. Pues adelante con la tragicomedia.
El arma se pone en marcha, Hitchcock deja seco al espectador con la maravillosa ausencia de palabras en uno de los mejores guiones que se hayan escrito y encuadra la madre de las composiciones. Y aquí viene el milagro narrativo: Grant corre desconcertado, silencioso y solitario a través del desierto, el avión dispara, Grant cae, gesticula restando drama a la comedia, se incorpora y sigue su desorientada huida, el avión retoma su ataque y Grant encuentra un refugio en el que las balas no sirven, un oasis en el desierto en forma de maizal.
Pero Hitchcock hace milagros, el avión puede disparar balas y fumigar cosechas. El alivio caricaturesco de Grant creyéndose a salvo en el maíz, se pierde en la ironía chaplinesca de Hitch.
El avión fumiga el refugio y Grant tiene que salir de nuevo a descubierto para que el avión pueda disparar. De pronto la soledad desaparece de nuevo mediante la aparición de un camión que casi mata a Grant justo antes de servirle como el último refugio.
Grant se esconde, el avión no fumiga ni dispara, pero juega la última carta que Hitchcock le da y ya que no puede matar se suicida. El absurdo alcanza un maravilloso cenit, el camión, el avión y la cabeza del espectador explotan, las palabras vuelven a la secuencia y Grant y los tipos del camión huyen hacia un destino que a esas alturas de la película, sigue siendo un misterio para todos excepto para Hitchcock.
El viaje tendrá un final, la película una explicación y el espectador -tras haber recorrido un largo camino a través de la intriga, la aventura, el humor y la sensualidad de un sexo no explícito pero latente- tendrá su desmayo previo al coma.
Al fin y al cabo, Hitchcock siempre sabe donde está el norte.
https://rakuten.tv/es/movies/con-la-muerte-en-los-talones
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David salgado.
©24 sombras por segundo. Marzo 2021.