EL ARQUEÓLOGO OSCURO.
Indiana Jones y el templo maldito ocupa —en mi opinión— el lugar más alto de la trilogía clásica. Y lo hace por una razón especial que la diferencia significativamente de las otras dos. El templo maldito oculta en sus pasadizos secretos algo que no cabía ni la inicial En busca del arca perdida (1981) ni en el cáliz de La última cruzada (1989): oculta la ausencia total de referencias cristianas, lo cual alza el guion —y toda la película— a la cima de las aventuras.

Posiblemente debido a la difícil época vital que tanto George Lucas como Spielberg atravesaban, ambos decidieron dar a la segunda parte del arqueólogo un enfoque mucho más oscuro que al resto de las entregas, algo que a la postre resultó ser una magnífica idea.

UN INDIANA JONES SACRÍLEGO.
A través de los antiguos pasadizos, de oscuras y primitivas creencias, de la magia negra y las sombras condenadas de los esclavos sometidos a los cultos ancestrales del templo maldito, Spielberg nos guía al punto álgido del cine de aventuras, a la reinvención y máxima potencia —en todos los sentidos, pues el ritmo de esta entrega resulta especialmente vertiginoso una vez que abandonan la luz del día— de los clásicos que abrieron el camino de la capa y espada, de los misterios insondables, del tipo atractivo y conquistador, de lo que hicieron (magistralmente, por supuesto) los Jacques Tourneur, George Sidney, Michael Curtiz, etc…

Spielberg hizo todo eso renovando el género en base precisamente a elementos arcanos y ancestrales propios del cine de aventuras plagado de templos, bestias y ritos extraños, con un guion y ritmo que no decaen ni un segundo. Los oscuros y ancestrales caminos por los que Indiana Jones corre esta aventura extienden su trazado por el lejano, exótico y pagano oriente. Muy lejos de la cristiandad.
En la secuencia que abre la película, el Film Noir y el cine Pre-código Hays reciben un bonito y sentido reconocimiento en color por parte de Spielberg. Después, a medida que avanza la historia el homenaje retrocede en el tiempo. Los siniestros corredores rinden —mediante la maravillosa y tenebrista fotografía de Douglas Slocombe— un bonito tributo al terror que podemos apreciar claramente en el interior del templo.





Todo esto adornado con frases que en otras manos no pasarían de clichés absurdos, pero que bajo la varita del mago del Blockbuster sacan la sonrisa cómplice del espectador, que espera y necesita las treguas que ofrecen las fases del guion que acerca la historia a la complicidad entre los personajes principales, algo que por otra parte estaba muy en boga en el cine de aventuras de la época.
Así, el público disfruta mientras huye, sangra, tiembla y corre metido en la piel de Harrison Ford, hasta que al fin, ya relajado de nuevo en su asiento, puede asimilar el espectáculo cinematográfico al que ha asistido, rebajado en la medida y momentos exactos mediante las concesiones a la comedia y el «amor/odio» entre el Doctor Jones y Willie Scott (Kate Capshaw).

Después, tras regresar al origen de las aventuras y el corazón de todo aquello que por olvidado es desconocido; tras recorrer de nuevo las sendas tenebrosas que trazan laberintos en templos extraños, el espectador recuperará y retendrá su infancia para siempre cuando caiga bajo el hechizo eterno de una de las aventuras más grandes jamás filmadas.
https://rakuten.tv/es/movies/indiana-jones-y-el-templo-maldito
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Marzo 2021.
