EL ACORAZADO POTEMKIN.
LA DIVISIÓN NARRATIVA Y LA PROYECCIÓN DEL INDIVIDUO.
Como buen arma de guerra y buque insignia cinematográfico, El acorazado Potemkin ha sido objeto de ataques no solo dentro del cine de Sergei M. Eisenstein, sino en la historia general de un medio que tiene en esta película gigantesca uno de sus valores más extremos.

A lo largo de sus cien años de vida, El acorazado Potemkin —como gran parte del cine de su autor— ha sufrido numerosas críticas debido a su perfil político, algo que resulta tan evidente en esta película como en las otras dos que componen su, digamos, «trilogía revolucionaria soviética»: La huelga (1925) y Octubre (1928).
Es imposible desvincular el cine soviético de la influencia socio-política de la revolución que —como todas las revueltas— acabó en fracaso y represión. Es imposible y también totalmente innecesario, pues el discurso pierde toda su relevancia ante el poder colosal del cine vanguardista soviético en general y muy concretamente el de Eisenstein, uno de los autores definitivos de los que el cine posterior habría de alimentarse sin límites.
La revolución que vive en el corazón del Acorazado Potemkin no es poderosa en base al discurso del que se apropiaron las tendencias políticas, su poder emana del propio cine como medio de expresión que ha de apoderarse del siglo XX, y a ese cine aporta una fuerza descomunal que se alza en forma de un montaje y una narrativa incontenibles.
El pueblo ruso siempre ha existido en base a una contradicción constante entre la destrucción y la capacidad para crear las obras más hermosas, sorprendentes y de una envergadura gigantesca. Resulta imposible para cualquier ser vivo con la menor capacidad de recepción no caer bajo el influjo de las formas de expresión soviéticas.
Así, como no podía ser de otra forma, en la era de las vanguardias cinematográficas, Rusia se situó a la cabeza del ataque, y Eisenstein mostró el camino de la narrativa a través de las imágenes hasta el punto de anticipar sin saberlo la figura de Orson Welles, otro de los gigantes benefactores del cine, cuya forma de expresión a través del montaje entronca profundamente con la del visionario soviético.
El acorazado Potemkin narra libremente desde el punto de vista cinematográfico los hechos ocurridos en 1905 durante la guerra ruso-japonesa a bordo de un barco cuya tripulación se sublevó debido a las pésimas condiciones de alimentación, iniciando una revolución a bordo que concluyó en el puerto de Odesa.

Aunque la película tiene claras connotaciones socio-políticas, y el guion se desarrolla casi exclusivamente en base a la relación entre la revolución y la represión, el verdadero interés del autor y la valía incalculable de la película se encuentran en el montaje, el recurso narrativo más distintivo de Eisenstein, que sirve en El acorazado Potemkin para aportar dimensiones colosales a todos los aspectos de la película.
Mediante el montaje, Eisenstein divide la trama en multitud de planos detalle que introducen de lleno al espectador en la cuestión principal; todo cuanto ocurre en la línea general de la película se concreta mediante la inserción de pequeños detalles que elevan la aventura, la tragedia y la épica de la revuelta a cotas gigantescas.
De esa forma, el individuo —tanto en su rol de víctima de las circunstancias como en su papel protagonista de la revolución— proyecta su identidad hasta alcanzar las mismas dimensiones de las utopías que persigue.
Así, mediante la división en detalles, Eisenstein hace de términos tan generales y abstractos como la justicia algo tan concreto que puede reducirse al detalle, revelando al espectador información esencial tanto a nivel metafórico —esos leones de piedra, testigos mudos de los terribles acontecimientos que transforman la ciudad en un entorno salvaje, por ejemplo— como a nivel informativo y emocional, cuando reduce las dimensiones épicas a las miradas, que van de la vanidad autoritaria y la presencia de marcados tintes fantásticos de la autoridad religiosa —el clérigo bien podría haber formado parte del Fausto de Murnau—, a la ira de aquellos que ostentan la razón, hasta cerrar filas sobre la tragedia como forma de expresión cinematográfica.




Esa es la principal fuerza de la película: la división mediante la que Eisenstein obtiene la victoria narrativa en favor del cine que —como los elementos que convergen en ese acorazado Potemkin—, son una cuestión universal que proyecta al individuo.
LA LARGA MARCHA, POR SERGEI M. EISENSTEIN.
Obviamente, no existe relación alguna entre El acorazado Potemkin y la reciente adaptación de la novela de Stephen King, La larga marcha (Francis Lawrence, 2025), pero el título que King dio a su particular odisea social sí resulta perfectamente aplicable a la aventura revolucionaria de Eisenstein.
En solo 77 minutos, el mago soviético del cine convierte una breve travesía en barco en una serie de episodios que convergen en la que no solo bien podría ser una de las primeras traslaciones de las aventuras trágicas y épicas del orbe mitológico griego al cine moderno y costumbrista, sino que alcanza un paroxismo cinematográfico de tal envergadura que su calado inspiró a cineastas que, mucho tiempo después de esta película, avivaron el fuego de su propio cine revolucionario con la mítica secuencia de las escaleras de Odesa.
Desde los «Hombres y gusanos», intertítulo con el que se inicia la revuelta a bordo del acorazado, hasta el derroche narrativo en el que la justicia por la muerte del marinero Grigory Vakulinchuk (Aleksandr Antonov), enfrenta el fervor del pueblo por el héroe caído a la tragedia que surge de la munición con la que los soldados atacan a los ciudadanos, Eisenstein emprende una larga marcha en la que una película que apenas supera una hora de metraje basta para hacer del Acorazado Potemkin y una escalinata dos de los escenarios definitivos del cine.




En su larga marcha particular, Eisenstein carga la película con munición constante. La narrativa que divide la escena general y los detalles se suceden imparables; como la propia tripulación ante el fracaso de su revuelta y la terrible posibilidad del castigo, el cine de Eisenstein no cede a las normas establecidas, y la escena general sobre la que el acorazado avanza rompe la unidad en favor de sugerentes juegos visuales con los torpedos, cañones y esa bandera que ondea teñida de un rojo que —más allá de su naturaleza propagandística— solo sirve a un propósito: la narrativa cinematográfica.





Como en toda tragedia griega que se precie, esta traslación a suelo ruso ha de terminar su travesía marítima con la exposición del héroe caído ante el pueblo, que protagoniza una breve escena de duelo reposado con el que Eisenstein vuelve a hacer gala de su capacidad para transformar el costumbrismo en escenas icónicas.
Así, se inicia una marcha fúnebre de la población en apoyo a los héroes marinos sublevados y caídos, y durante la represión para contener y castigar la revuelta, Grecia presta de nuevo a la iconografía cinematográfica soviética uno de sus estandartes: la madre.
192 escalones, 170 planos y seis minutos de los 77 con los que cuenta la película, sirven a Eisenstein para convertir la caída de un niño a bordo de un cochecito por las escaleras de una plaza en uno de los puntos álgidos tanto de la cinematografía mundial como de la tragedia épica. Un héroe caído velado por la población que camina hacia la revuelta culmina y se concentra en un hecho fortuito y el rostro de una nueva Medea involuntaria ante la muerte de su hijo caído en la repentina batalla.
Han pasado cien años y miles de obras maestras que han servido para establecer y engrandecer las bases narrativas del cine. Pero el rostro de esa madre que unió los iconos de la narrativa griega y el cine soviético sigue fijo e invencible en el Olimpo de la tragedia al servicio de la épica.














Cien años después de su larga marcha, el costumbrismo y la propaganda política que bien podrían ser la munición con la que atacar al Acorazado Potemkin siguen resultando completamente inservibles.
El cine de Eisenstein y su legado en forma de narrativa iconográfica son invencibles.
Película disponible en FILMIN:
https://www.filmin.es/pelicula/el-acorazado-potemkin?awinaffid=400165&awinmid=82863
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Diciembre 2025.
