EL INESPERADO REGRESO DE ELIZABETH CRANE.

El inesperado regreso de Elizabeth Crane.

La mañana del último domingo de octubre de 1674, John Clark corría desesperado tras los pasos de dos mujeres. Elizabeth Crane y la recién nacida Alice huían a través de un acantilado con la esperanza de alcanzar el interior del bosque.

La noche anterior, la noche en que nació Alice, una terrible tempestad alzó la voz oscura y profunda del viento. Aquella voz enfureció al mar y enloqueció a John Clark.

Nadie nacido durante una noche así podría estar a salvo del diablo.

John Clark sospechaba desde hacía tiempo que los rumores acerca de su esposa Elizabeth y su futura hija Alice eran ciertos, y aunque en lo más hondo de sí mismo era un buen hombre, sepultó aquellos sentimientos bajo la superstición, la ignorancia y el miedo.

Condenó su verdadero carácter al olvido y uniéndose a un pueblo maldito, condenó también a dos mujeres inocentes. Mientras Alice nacía de las entrañas de Elizabeth Crane, la muerte guió la mente de John Clark.

Aquella mañana, mientras Elizabeth y Alice huían de su sentencia, el viento se comportó de una forma extraña. Soplaba con la furia habitual, pero en lugar de elevar el mar a lo más alto del acantilado, arrastró a su paso pequeños retazos de espuma blanca que flotaban a la deriva y descendían lentamente al suelo.

La mañana en la que John Clark vio por primera vez el rostro de su hija, el mar se convirtió en nieve y cayó sobre la tierra.

John pensó en esto mientras perseguía a la pequeña y su madre. Respiraba con dificultad un aire denso y cegador que dejaba un extraño sabor a sal, pensó que si las dejaba escapar para refugiarse en lo más profundo del bosque todo el pueblo las daría por muertas y él quedaría en paz.

No con ellas ni con él mismo, eso lo sabía. Pero al fin y al cabo en aquel maldito pueblo había más brujas que podrían quemar y allí no había nadie que pudiese negar su versión de lo ocurrido.

Tal vez todo lo que ocurría esa mañana fuese asunto del diablo, Elizabeth y Alice. Pero tal vez dios y aquel pueblo de miserables hijos de perra creyesen en la palabra de John Clark. Después de todo el creía en la suya.

Mientras pensaba en todo esto redujo inconscientemente su frenético paso, y de pronto, John Clark, ese soldado al servicio de dios, se detuvo. Elizabeth Crane hizo lo mismo, de espaldas a John Clark y aquel mar que caía sobre la tierra convertido en nieve, apretando el frágil cuerpo de Alice contra su pecho, mantuvo la mirada de la pequeña fija en la de su verdugo. Después volvió la vista atrás, miró a su asesino y habló.

El diablo mezcló la voz de Elizabeth con el viento y sus palabras llegaron a oídos de John tan atronadoras como la tempestad: Hoy, el pueblo empuja a John Clark a enterrarnos vivas en este bosque, volverás como un verdugo y vivirás como un soldado. No volverás a verme, pero la mañana de tu último día sobre esta tierra maldita, el mar se convertirá de nuevo en nieve. Ese día vendrás conmigo.

Así fue como Elizabeth Crane y su hija Alice se despidieron de John Crane. Después, ellas se retiraron a su tumba marcadas por el diablo y él regresó al pueblo marcado por la obra de dios.

La última mañana del domingo de octubre de 1694, John Clark sintió que se acercaba la hora en que los fantasmas recuperan su forma mortal. El silencio desaparecía lentamente envuelto en las primeras luces del día. Sin saber como, John supo donde ir. Cuando llegó ante la tumba de Elizabeth Crane y su hija Alice, sintió como el aire se transformó en sal y noto un extraño sabor en la boca.

Observó a su alrededor y vio como el viento convirtió el mar en nieve, descendiendo lentamente sobre la tierra.

Fue entonces cuando pudo ver su rostro con claridad. Era blanco, puro y sin formas, los años de dolor no habían dejado huella, tampoco había rastro del ansia de venganza que la había mantenido con vida.

Supongo que la muerte es así -pensó John Clark mientras Alice se acercaba hacia él- un ángel pálido impasible con quien todos tenemos una deuda de sangre, un pago al que tarde o temprano deberemos hacer frente.

Alguien sin pasado que juzgar ni futuro con el que soñar.

Aquella mañana de octubre, mientras el mar se convertía en nieve, John Clark, Elizabeth Crane y Alice se reunieron de nuevo en su tumba.

Tal vez ellas dejaron de huir y él de perseguirlas. Tal vez la extraña enfermedad que asoló aquel maldito pueblo durante el invierno acabando con aquellos hijos de perra fuese obra del diablo y no de dios.

Tal vez la justicia sea cosa de brujas, existe, pero está en manos de dios y sus siervos. Como ellas.

Después de todo, la noche en la que nació Alice nadie estuvo a salvo del diablo.

Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES

©David Salgado. 2021.

©24 sombras por segundo. 2021.

 

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