1964. EL AÑO QUE MARGHERITI RODÓ GRANDIOSAMENTE.
En diciembre de 1964, Antonio Margheriti dirigió la película Los largos cabellos de la muerte, cerrando el que sin duda sería su año en cuanto a cantidad de trabajo. En cuanto a cantidad, y calidad.
En febrero de 1964, Margheriti comenzó el que sin duda fue el mejor año de su vida cinematográfica con la primera de sus dos grandes películas: la excepcional Danza macabra.
Si bien en su primera gran película Margheriti se basó en varias fuentes, en Los largos cabellos de la muerte la inspiración se encuentra en un punto único: Mario Bava y su obra maestra La máscara del demonio.
Bava abrió el camino del terror más allá de las fronteras anglosajonas, lo hizo en general, pero fue la brujería en concreto de su cima como director la fuente que alimentó la segunda gran obra de Margheriti.
En el primer tramo de la década de los sesenta —y aunque Bava es notablemente superior a Margheriti y su película sigue la estela de La máscara del demonio y no al revés—, ambos directores confluyeron en muchos puntos. Los dos son italianos, los dos manifestaron un gusto y afán por renovar el terror gótico manteniendo sus bases clásicas, y los dos se volcaron completamente en la brujería mediante una de sus películas, de sus mejores películas, posiblemente.
Los largos cabellos de la muerte no deja dudas acerca de la conexión entre ambos directores.
LOS LARGOS CABELLOS DE LA MUERTE.
BARBARA «STREGA» STEELE.
Hay otro factor determinante en la unión entre Bava y Margheriti, tanto en Danza macabra como en estos Largos cabellos de la muerte, los instigadores de la bruja italiana comparten reina de la noche.
Barbara Steele marcó con su carisma, mirada y talento irrepetibles las tres películas, siendo la protagonista indiscutible en la máscara y la que hoy ocupa su lugar. Sin embargo, no es justo pensar que la película de Margheriti carece de autoría, debiendo todo su mérito a la fuente inspiradora. Es deudora, por supuesto, pero tiene su propia personalidad, su impronta en el universo del terror y la Serie B.
El relato gótico está por todas partes en esta película: castillos, ambientes tétricos, niebla, pasadizos húmedos y olvidados, inquisidores, hogueras, maldiciones, sensualidad y obviamente, brujas. Pero todos los puntos comunes que Margheriti comparte en la cuna con Bava se dispersan, confirmando que no estamos ante una mera secuela que hace de la deuda una trampa.
Bava lleva su película hacia la literatura rusa y la brujería como elementos principales, y aunque Los largos cabellos de la muerte también hace suyas la injusticia y persecución salvaje hacia las brujas por un lado, y la venganza espectral por otro, Margheriti incluye de forma sesgada matices sociales y políticos que Bava ignora en favor del género en estado puro.
El Conde Humboldt (Giuliano Raffaelli), es señor de un castillo en el que Adele, una campesina, es acusada de brujería y el asesinato del hermano del Conde, Franz. Por estos motivos, se ve condenada a morir en la hoguera a instancias del inquisidor Von Klage (Umberto Raho). Adele tiene dos hijas, una niña llamada Elizabeth y otra adulta, Helen (Barbara Steele), quien trata de persuadir al Conde a cambio de favores sexuales para que detenga la ejecución.
A pesar de sus intentos, el proceso continua. Adele es ejecutada en presencia de su hija Elizabeth y del hijo del Conde y heredero de todas sus posesiones, el Barón Kurt Humboldt (George Ardisson). Antes de morir, Adele lanza una maldición contra la familia del noble y el pueblo que ha guardado silencio.
Tras la muerte de su madre, Helen trata de averiguar qué hay realmente tras todo este asunto, revelando al verdadero asesino de Franz y probando la inocencia de su madre, pero el Conde la asesina antes de que logre alcanzar su objetivo.
Cuando los hechos parecen haber caído en el olvido, Kurt se casa con Elizabeth, quien accede forzada en contra de su voluntad. Así, los planes del Barón Humboldt parecen haber dado su fruto, pero dos figuras letales irrumpen en el pueblo: la peste y una misteriosa joven llamada Mary (Barbara Steele), cuyo aspecto es idéntico al de la difunta Helen.
Debido a su enigmático y sensual atractivo —además de la enfermedad que asola el pueblo— el Barón invita a la recién llegada joven a refugiarse en el interior del castillo. Seducido por sus encantos, el Barón se verá inmerso en una serie de fenómenos extraños que revelarán la verdad y lo arrojarán a las profundidades del infierno que él mismo desencadenó.
Es cierto que la trama se ciñe a las intrigas, la brujería y las maldiciones y venganzas sobrenaturales, y que en ese sentido la película de Margheriti no recorre una senda propia más allá de la trazada por Bava, pero los sutiles matices de los que hablaba antes otorgan personalidad propia a la película.
Margheriti incide por su cuenta en la opresión que los señores feudales y la iglesia ejercían —y ejercen— contra el pueblo (especialmente contra las mujeres) para lograr sus fines. Este es uno de los dos factores que aportan personalidad e independencia a la película. El retrato social de un feudalismo que —aunque ya comenzaba su decadencia— ejercía implacable su pérfido control.
Bava se ciñe al cuento gótico, pero Margheriti se independiza asomándose ligeramente a un jardín político y social. Pero hay algo más, otro factor más claro, más determinante en cuanto al sello personal que tiene toda gran película que se precie.
El lenguaje cinematográfico, la narrativa que Margheriti impone en la película marca las distancias, o al menos la aleja de las comparaciones odiosas y destructivas.
De mano de la excelente dirección de fotografía de Riccardo Pallottini, la cámara se mueve de forma grácil y elegante, pasando con agilidad de los planos generales en los que el uso de la profundidad de campo saca todo el rédito a los decorados —la ambientación es otro de los grandes fuertes de la película— a los primeros planos de un reparto que, excepto el anodino y «telenovelesco» Ardisson, lleva sus personajes al máximo rendimiento.
De hecho, Steele y los maravillosos secundarios Laura Nucci y Umberto Raho consiguen que la película de Margheritti mire sin vacilar a los ojos de mitos del terror y la Serie B que ocupan su lugar en la memoria colectiva.
Tanto Danza macabra como Los largos cabellos de la muerte tienen deudas con La máscara del demonio, por supuesto. Pero en el principio y el fin de aquel 1964, Margheriti dejó su huella, su hueco en el cine hecho a lo grande con los recursos más pequeños.
Los largos cabellos de la muerte vive gracias a sí misma. Tiene su propia y magnífica sombra.
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Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Marzo de 2022.