KINUYO TANAKA.
LA FRAGILIDAD INVENCIBLE.
Chibusa yo eien nare (Pechos eternos, The Eternal Breasts o Forever a Woman, según sus diferentes traducciones) es —de las seis películas que Kinuyo Tanaka dirigió— la que más rivaliza con Tsuki wa noborinu (La luna se levanta, también de 1955) a la hora de escoger su mejor título.

Como actriz, el nombre de Kinuyo Tanaka resulta absolutamente inherente al cine japonés a lo largo de prácticamente todo el siglo XX, lo cual equivale a decir que las interpretaciones de Tanaka son parte de la historia misma del cine.
216 películas contaron con su nombre entre 1924 y 1976, y sin embargo nombres capitales del cine nipón como Machiko Kyō, Setsuko Hara o Mieko Harada (lo dejo en tres para ser breve), son mucho más conocidos que el de una de las piezas fundamentales del entramado cinematográfico japonés.
Es precisamente ese entramado (plenamente compenetrado en su funcionamiento interno con las estructuras sociales del Japón clásico) el que mermó en no pocos aspectos la obra de una de sus grandes benefactoras, no ya como actriz, sino como autora, pese a que solo pudiese llegar a realizar seis películas.
La carrera de Tanaka como directora siempre estuvo marcada por la polémica, pues fue tan cuestionada como alentada por los grandes maestros del cine clásico japonés; por un lado, Kenji Mizoguchi nunca creyó en sus posibilidades, mientras que Yasujirô Ozu (el que posiblemente fue su mentor cinematográfico definitivo), sí vio el abrumador potencial de la mujer que desafió y estremeció de emoción al sol naciente.
De hecho, el propio Ozu le cedió el guión de la que para gran parte de su, por desgracia minoritario publico, es su mejor película, la anteriormente mencionada Tsuki wa noborinu (La luna se levanta,1955).
Además del guion y su apoyo, Tanaka recibió de Ozu cierto legado estético en lo que a la narrativa visual se refiere, un legado que aprovechó precisamente en La luna se levanta para rendirle un pequeño tributo mediante la utilización del rasgo más característico del maestro: el «Plano Tatami», o «Tatami Shot» como lo llaman los anglosajones, un recurso que encuadra a los personajes en planos fijos a baja altura.
Pero apoyos, influencias y homenajes aparte, Kinuyo Tanaka estableció un lenguaje propio, alzándose como una figura femenina que en su aparente fragilidad se rebeló ante el lugar accesorio que la mujer había venido ocupando tanto en el cine como en la sociedad japonesa. Y esto teniendo en cuenta que Tanaka no pertenece en ningún aspecto a la Nūberu bāgu, la nueva ola del cine japonés.
Es decir, si en el cine clásico nipón las mujeres se veían sometidas a los dictados y necesidades masculinas (incluso con el poder velado que Mizoguchi les otorgaba), Tanaka rompió las barreras, especialmente a partir de esta Pechos eternos, en la que una mujer escoge su camino e impone su protagonismo, por encima de su marido, de la sociedad, del concepto familiar, por encima incluso del amor, la enfermedad y la muerte.
Y es que la película definitiva de Kinuyo Tanaka es la fragilidad invencible.
CHIBUSA YO EIEN NARE. VERSOS DE AMOR, DE DOLOR Y DE MUERTE.
Es algo prácticamente unánime el considerar como el máximo exponente del melodrama al magnífico Douglas Sirk.
Su habilidad para someter al espectador al grado máximo de tristeza soportable, engañándolo al mismo tiempo con formas dóciles tras las que se oculta un pesar que nos derrota en el momento exacto, hacen del mítico referente del cine norteamericano una especie de rey no declarado del estilo Naíf en el sentido pleno del término, muy lejos de la mediocridad con la que suele confundirse esta arriesgada y compleja forma de contar historias.
Sin embargo, al otro lado del mundo, de todos los géneros norteamericanos y de la fama que otorga la maquinaria de la industria, existió una cineasta de maneras discretas y talento y sensibilidad capaces de aplastarlo absolutamente todo.



Kinuyo Tanaka es una bestia de la narrativa. Su película, Pechos eternos, nos conduce ante el máximo umbral del dolor y la tristeza que podamos soportar. Esta película es tan inalcanzable como la cima del género dramático. Sin concesiones melifluas, sin ceder sus armas ante ningún cliché cinematográfico propio de los productos y espectadores mediocres. Sin más ni menos, con esta película, Tanaka nos supera y derrota a todos.
Basada en la vida y su manera de afrontar la muerte de la poetisa Fumiko Nakajō, renombrada para la película como Fumiko Shimojô e interpretada con una delicadeza invencible por la excepcional Yumeji Tsukioka, la película de Tanaka se adentra en el costumbrismo japonés, pero desde la perspectiva de una mujer que por un lado se enfrentará a los cánones sociales (escribirá poesía, se divorciará de un marido infiel y absolutamente inservible y se quedará con el cariño de sus hijos), y por otro reaccionará con pasión ante todo aquello que —en su cruel e irónica condición— la muerte le brindará y le arrebatará.
Partiendo del guion de Sumie Tanaka, preciso y medido hasta la última de las consecuencias, la vida de Fumiko avanza marcada por los acontecimientos, pero la gran distancia que marca Kinuyo Tanaka y su gran identidad como autora quedan patentes en la forma en la que ocurren las cosas. A diferencia del cine clásico, esta película ofrece la posibilidad a su protagonista de escoger cómo proceder ante los hechos.
Fumiko no se resigna a padecer un matrimonio patético, se enfrenta a la situación y se divorcia, tampoco se rinde a su propia falta de confianza en sus poesías, y sigue escribiendo.
Cuando la enfermedad, la mutilación y la muerte se presentan, trayendo consigo la punzante posibilidad de un nuevo amor y el éxito en sus poesías, Tanaka no cede su película a la mediocridad y los recursos sensibleros, al contrario, concede a su protagonista el derecho a rebelarse contra todo y contra todos, a emprender una carrera frenética narrada con un precioso ritmo contenido contra el tiempo que le queda.
Así, el concepto sobre el que parece alzarse la película se difumina en favor del legítimo torbellino de emociones y decisiones contradictorias de la protagonista que, lejos de resignarse a su destino, recorre el último tramo de su camino accediendo a un nuevo amor y nueva sexualidad que abraza y rechaza según su estado de ánimo lo disponga, y elude la sombra de un éxito de sonrisa sardónica escribiendo con pasión, con furia y con más belleza que nunca, pero cerrando las puertas de su celda al mundo exterior, del que —excepto en lo referente a sus hijos— solo pretende obtener la paz y el olvido.




«Estoy de camino. Intenta vivir. Otsuki». Le dice con un telegrama (como si también se tratase de un poema escrito) el que tal vez sea su nuevo amor. Pero aquí no importa el amor, ni la voluntad del mundo exterior, aquí solo importa la decisión de Fumiko.
Y ya no intentará vivir.
Este es el espíritu de la película, la libertad para no ser una víctima resignada y silenciosa, la libertad para retorcer el carácter individual de dolor y deseo ante la voluntad colectiva.
Mediante una narrativa visual con la que Tanaka demuestra un dominio aplastante de la belleza cinematográfica, Fumiko vive encerrada tras los barrotes del hospital, en el interior del pequeño espejo por el que se observa a sí misma proyectada hacia el mundo exterior, encerrada en esos pasillos que, a modo de corredores de la muerte, recorrerá por última vez cuando las puertas se cierren ante sus hijos que, sencilla y desgraciadamente, ya no podrán seguirla más allá del último umbral del dolor.




«Hijos, aceptad mi muerte. Lo único que os lego».
Como haría el rey del melodrama Douglas Sirk en Escrito sobre el viento, Tanaka parece servirse de ese título para, a modo de sentencia y con la naturaleza al fondo dibujando con sus formas caprichosas e irreductibles lo que parece la silueta de una mujer, escribir sobre las flores que sus hijos arrojan al vacío y flotan como hermosos cadáveres sobre el agua, los últimos versos de amor, de dolor y de muerte.

Con el último aliento de la película, la bestia narrativa que fue Kinuyo Tanaka nos derrota a todos, sabiendo (como lo sabía Sirk) que no podríamos soportar más dolor.
https://www.filmin.es/pelicula/pechos-eternos
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Agosto 2023.