FRANCESCO ROSI.
EN BUSCA DE LA VERDAD.
Cadaveri eccellenti es posiblemente la más pausada bofetada de todas las que el controvertido y eficaz Francesco Rosi dio en la cara de la historia de su país.
Rosi fue ante todo un cineasta escueto, dotado con sensibilidad, sí, pero directo y pragmático. Su cine se aproxima no pocas veces al retrato documental, estableciendo en su aspereza narrativa cierta similitud con Sidney Lumet; ambos comparten un fondo político y social retratado con formas prácticas, es decir, ambos van directamente al grano.
La filmografía de Rosi se extiende desde 1952 hasta 1997, y excepto en un par de ocasiones —con Kean: Genio e Sregolatezza, y Carmen, sus adaptaciones de de la novela de Alexandre Dumas y la ópera de Georges Bizet respectivamente— jamás abandonó su compromiso con los temas controvertidos.
Especialmente cercanas a la polémica son las películas que abordan asuntos relacionados con el período que abarcó la instauración de la república italiana en 1946 hasta los denominados «Años de plomo».
Rosi —en una relativa aproximación a Pasolini—, plasmó en su cine la realidad, social, criminal y política del país, lo cual teniendo en cuenta quienes eran los objetivos de sus retratos, hace especialmente milagroso que tanto él como sus películas sobreviviesen a sus inspiradores.
Fascismo, comunismo, mafia, terrorismo de ambos extremos políticos, corrupción religiosa, policial y política… no hay prácticamente ningún jardín en el que Rosi no se haya metido.
Esto suma a sus grandes dotes cinematográficas una decisión y audacia extraordinarias, especialmente notorias en su película Excelentísimos cadáveres.
CADAVERI ECCELLENTI.
SOLO ANTE LOS PELIGROS.
No hay poesía en la película de Rosi.
Basada en la novela de Leonardo Sciascia, «El contexto», la trama podría sumergirse en la ácida melancolía del Cine negro, podría extraer un perfil romántico y heroico del agente de policía protagonista, dada su entrega y tesón para cumplir con su deber. Podría exponer los ideales de los revolucionarios con pasión y elocuencia, pero no lo hace.
No lo hace porque no hay poesía en la película de Rosi, su película es cruda, áspera y desagradable por veloz y directa.
La podredumbre de los mundos que explora parece impregnar el aspecto de la película; todo lo que vemos tiene un aspecto frío y distante, sucio y casi tangible.
La sobriedad narrativa de Rosi es la que aporta paradójicamente la gran riqueza de la que se alimenta la película. Pero esto —al igual que lo que ocurría con Lumet— no es algo que Rosi logre en solitario.
Hay algo que llama la atención en esta película incluso antes de asomarse a su mundo casi ascético; y es que si bien la narrativa de Rosi es austera, el reparto de la película es fecundo en grandes nombres, pues esa es una de las claves constantes de la eficacia del director: sus acertados repartos.
El elenco de la película es tan esplendido como extenso, los nombres que lo lideran, impagables: Lino Ventura, Fernando Rey, Max Von Sydow, Charles Vanel…
Es esa combinación entre la seca y directa narrativa de Rosi y la riqueza del reparto la que hace brotar y crecer una película que supone una contradicción en sí misma.
Se mantiene fiel a su naturaleza documental en todo momento, parece rechazar cualquier asociación con los géneros cinematográficos, pero al mismo tiempo camina de la mano de sus personajes hacia el cine negro, el espionaje y el thriller.
Caminando en direcciones opuestas, todas las piezas de la película la conducen hacia la eficacia plena. Estamos, sin duda, ante algo excepcional. Desde el primer minuto, Rosi abre fuego contra todos, pues en su cine todos son sus enemigos. La elocuencia de la secuencia de introducción es maravillosa:
Un anciano —el procurador Varga, interpretado por Charles Vanel— se abre paso entre la oscuridad de unas catacumbas para llegar a la luz que muestra los excelentísimos cadáveres de antiguos mandatarios de la iglesia.
El anciano se detiene pensativo ante la descomposición que impregna el lugar, y en un duelo silencioso de miradas orquestado por Rosi, Vanel esboza una filosófica sonrisa que grita en silencio un Memento Mori, un «ni erais mejores que yo, ni lo seréis jamás. Menos aun lo sois ahora».
Sin decir ni una palabra, Vanel recorre la clasista fosa común mientras reflexiona, y sencillamente, la secuencia termina.
Cinco minutos sumidos en un silencio total, sin palabras ni música, sin apenas el ruido de los pasos y la respiración del vivo caminando entre la muerte.
Cinco silenciosos minutos en los que Rosi nos ha contado a gritos como la película se desarrollará en las profundidades del poder, como un hombre justo camina en soledad entre los excelentísimos cadáveres, que, aun después de muertos rigen los destinos de los vivos.
Cinco minutos mudos en los que Rosi nos habla de la corrupción física y moral del poder, y de la lucha valiente pero estéril de los justos, de los tipos honestos que guardan silencio ante la realidad documental que da vida a la ficción de Rosi.
Esta película es un milagro.
Tras esos cinco minutos elocuentes, envueltos en el silencio que solo la muerte puede lograr, la película ya ha mostrado sus tres ases, los tres pilares sobre los que se sustentará del inicio en adelante: La muerte, el silencio y la determinación.
Los pasos de Vanel nos encaminan hacia la senda que recorrerá el inspector Amerigo Rogas —interpretado por la cara por excelencia del Noir más allá de las fronteras anglosajonas, el siempre magnífico Lino Ventura— un personaje que Ventura adapta perfectamente a los dictados de Rosi:
Es valiente, eficaz, honesto, incansable, incorruptible, y ante todo, seco, silencioso y duro como el último aliento. Un último aliento que irá dejando impregnado a lo largo de la película, mientras lucha con una dignidad casi hierática contra todo y contra todos, sabiendo que lo importante no es ganar, pues vencer es imposible cuando se lucha contra los excelentísimos cadáveres.
Lo que importa es observar el mundo y pelear. Sin alardes, discursos ni recompensas. Plantar cara mientras se acerca la muerte.
El cine duro y frío de Francesco Rosi nos lo cuenta todo, tiene todo lo que el cine negro y policíaco debe tener, y se aparta de todo lo que tiene para contra la verdad en forma de ficción.
Rosi no se sitúa del lado de nadie, su aspereza documental se lo impide. Al fin y al cabo, como dice el maravilloso guion firmado por Rosi, Tonino Guerra y Lino Lannuzzi, «la verdad no es siempre revolucionaria».
El camino del protagonista lo deja solo ante los peligros, pero nos muestra dónde están. Eso es algo cálido y alentador.
https://www.filmin.es/pelicula/excelentisimos-cadaveres
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Febrero de 2022.