MORGIANA.
JURAJ HERZ Y LA OLA MÁGICA.
Morgiana es ante todo una película desafiante.
Compartiendo espacio y tiempo, pero muy lejos de los movimientos de la Nueva ola checoslovaca surgió un cine forjado en páginas y lugares perdidos en lo más profundo del bosque.
Un cine telúrico y feérico capaz de hablar simultáneamente de los deseos humanos más primarios y las fuerzas arcanas que en secreto mueven el mundo. Un mundo antiguo poblado por fantasmas dispuestos a mostrar nuevas y fascinantes formas.
Heredero del inmenso legado de la animación checoslovaca, este cine se transmite como una tradición oral, narrado como un cuento en el que la realidad sucumbe al poder de los colores y criaturas que pueblan lo que parece ser un sueño infinito donde los rasgos humanos (tanto los manifiestos como los velados) son retratados con exactitud.
La más reconocida de aquella época increíble es Valerie a týden divu (Valerie y su semana de las maravillas, Jaromil Jireš, 1970), pero hubo mucho más, de hecho la propia Nueva ola adoptó no pocas formas del cine fantástico. La obra de Juraj Herz y Wojciech Has supuso un punto de inflexión en el cine como puerta al universo del cine fantástico.
En efecto, Morgiana es una película desafiante, y además, fascinante.
DE GATOS, OSCUROS DESEOS Y EXTRAÑOS JARDINES.
Una sola actriz basta para interpretar los dos opuestos de un personaje dividido (física, emocional y socialmente) en dos hermanas: Klára y Viktorie Trangan, ambas en la piel y el enigmático aspecto de la extraordinaria Iva Janžurová, que recorre paisajes humanos y naturales.
Pero también recorre páramos artificiales, situados más allá de las fronteras conocidas, lugares poblados por sutiles, atractivas e inquietantes formas que desafían la lógica y —en cierto sentido— los cánones del cine fantástico, incluso tratándose de un universo tan libre y particular como el checoslovaco.
De hecho, ni siquiera el propio Herz repite en sus siguientes fantasías el austero hechizo con el que Morgiana rinde la voluntad del espectador, pues si bien es cierto que la película es sobria en lo que a espectros y seres fantásticos se refiere, también lo es el poder estético de Janžurová en ambos personajes.
Y ese es un poder invencible.
La atmósfera onírica de un lugar difícilmente localizable en el mapa y la presencia y decisiva intervención de una extraña hechicera, una pérfida pócima y un gato que da nombre a la película hacen de Morgiana un extraño elemento capaz de fascinar al público.
Ninguno de estos hechizos adquieren poder por azar, Herz ya había demostrado su talento y dominio de la narrativa y las psiques enrarecidas cristalizadas en voluntades grotescas en la magistral Spalovac mrtvol (El incinerador de cadáveres, 1969).
Así, de aquella mentalidad creadora de realidades y convicciones enloquecidas, Herz da un salto hacia un tiempo y un espacio cuyos límites no acertamos a percibir con claridad.
Morgiana parece transcurrir en la confortable duda que proyecta el espejismo del sueño, donde las formas de los personajes parecen mostrar con claridad y confianza la oscuridad del fondo en el que realmente se desarrolla esta especie de tragedia gótica, que más que avanzar, parece flotar en sueños.
Existen en Morgiana todos los elementos que han hecho del mal un espectáculo teatral:
Juventud hermosa, ingenua y victoriosa, capaz en su desconocimiento acerca de la oscuridad de avivar la llama del horror, del terrible fuego que forja la imagen del espejo que contempla furioso y terriblemente triste aquello que sonríe fuera del alcance del reflejo. Herz lleva a su inexplorado terreno mitos universales y ancestrales, y somete a su voluntad a Dorian Gray, a Jekyll & Hyde, a la figura del Doppelgänger, y a la propia maldad encerrada en el espejo de Blancanieves.
Todo en Morgiana responde a la extraña pulsión de los colores, del hechizo invisible que nos conduce por lugares imposibles. Hemos visto antes el mar, hemos visto antes las montañas, hemos visto antes esas flores cortadas que parecen oler mejor tras la muerte, hemos sentido antes el aire de la naturaleza. Hemos sentido antes los deseos que mantienen con vida el fantasma que habita en la película, pero nunca habíamos visto y sentido sometidos a este poder invisible, nunca habíamos estado en el interior de un sueño como este.
A todos estos factores sombríos arrojados fuera de las fronteras de las luces humanas, el autor suma un desafío al rey de los clásicos y —a modo de un europeo Kuroneko (Kaneto Shindô, 1968)— se acerca al universo de Edgar Allan Poe, utilizando al gato Morgiana no solo como título de su maravillosa y elegante película, sino como punto en el que convergen los poderes del bien y del mal, la sugerente inocencia de un cine dispuesto a despertar todos los instintos, y la fascinante imaginería y onírica estética del mal, inaccesible al desaliento en su camino hacia el corazón de las tinieblas.
Morgiana es —como toda tragedia, historia gótica de fantasmas y cuento de hadas oscuras que se precie— un altivo relato acerca del mal que desafía a todos los elementos reduciendo su magnitud al poder de un solo factor: la doble personalidad, las dos caras de un espectro fascinante:
Iva Janžurová y Morgiana, su gato, que camina grácil y sutilmente entre el amor, el deseo, el pesar, la venganza y la muerte en un inexplorado jardín.
https://ok.ru/video/7200006539989
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Marzo 2024.