MICHAEL DOUGHERTY.
EL ICONOCLASTA AMERICANO.
Si bien es cierto que Krampus no es tan redonda ni salvaje como la estupenda película de Michael Dougherty que la precede, Trick ‘r Treat (2007), también lo es que, pese a sus inevitables lastres propios de la temática que aborda, Krampus se desenvuelve con mucha soltura dentro del cine de terror.
Dougherty pone en juego un elemento común en sus dos incursiones en la idiosincrasia estadounidense; tanto en Halloween como en Navidad, rompe los esquemas habituales con los que el género de terror norteamericano suele abordar dos de sus fiestas más representativas, pues aunque obviamente, ambas son de alcance mundial —especialmente la Navidad—, Estados Unidos las ha hecho comercialmente suyas.
Así, Dougherty se comporta en cierto sentido como un iconoclasta.
La intención de atacar la Navidad desde dentro por parte de Dougherty queda patente desde el inicio mismo, en el que una secuencia de lo más elocuente, muestra como el ser humano no necesita la ayuda de ninguna criatura ancestral para destruir el supuesto espíritu navideño. Y es que Krampus recurre en no pocas ocasiones a la sátira acerca de la sociedad y los arquetipos familiares estadounidenses —y humanos en general—, demostrando desde el inicio que su película no se desarrollará precisamente a lo largo de una noche de paz.
Krampus declarará la guerra y sembrará el caos, o eso es lo que intentará, al menos.
KRAMPUS.
LOS QUE TRAEN EL INVIERNO.
Abordar la Navidad desde la comedia ácida familiar y el terror no es una tarea sencilla en absoluto, y menos aun a estas alturas. De hecho, es un acto prácticamente suicida del que la película se resiente a lo largo de un primer acto demasiado dilatado y dependiente de personajes y situaciones, que, aun dando alguna que otra bofetada en el lugar adecuado, y logrando algo de lustre en sus personajes (salvados en gran parte por unas interpretaciones que sí resultan en su mayor parte muy buenas), decae antes de sacar su artillería pesada.
Krampus cede demasiado terreno a la situación (tanto la cómica como la puesta al servicio de la «Home Invasion», cierto. Pero su verdadera naturaleza es el cuento de invierno, el terror atávico nacido y perdido en el tiempo y el espacio de una tierra mucho más antigua que Estados Unidos y su idiosincrasia. La familia en Krampus es americana, sí, pero el verdadero poder de la película viene del norte, de un lugar donde el viento y el invierno nacieron hace más tiempo del que nadie pueda recordar.
Así, aunque tarde y en menor dosis de lo deseado, la verdadera fuerza de Krampus irrumpe y salva la destrucción de la Navidad. Lo cual, a pesar de todo, no es poco, o al menos, es de agradecer.
Una vez presentados los personajes de la clásica familia americana avenida al fracaso navideño —con algunas dosis extra de irreverencia que, pese a lo melifluo de la mayor parte de los pasajes, es justo reconocer—, y algunos breves preámbulos del mal que se avecina, el reparto y la trama cambian de tercio y se ponen a favor del viento gélido que ya no dejará de soplar.
Los doce miembros de la familia —liderados por las crecientes interpretaciones de Toni Collette, Conchata Ferrell, David Koechner y la en todo momento sensacional, Krista Stadler—, caen en una espiral caótica en la que la vida moderna sucumbe ante las fuerzas del reverso de Santa Claus.
Cercados por un viento gélido y poderoso, sin luz eléctrica ni forma de comunicarse, uno a uno, los miembros de la familia van cayendo en las sombras de los que —como en el Hellraiser de Clive Barker—, traen el infierno en invierno.
Como en los cuentos de Charles Dickens y la literatura ancestral del viejo continente, Krampus —una criatura del folclore centroeuropeo que, para ser justos, habría merecido más rigor terrorífico en la película—, irrumpe en la trama con un ejército de seres infernales a través de los que Dougherty recurre a la influencia del terror doméstico imperante en los años ochenta, basando las formas y actitudes de algunas de sus criaturas en una de las piezas maestras del género: Gremlins (Joe Dante, 1984), salvando las evidentes distancias, pero estableciendo una conexión entre el carácter cómico y terrorífico de los siervos de Krampus y los diablos verdes de Dante, Columbus y Spielberg.
Una vez armada la película —y aunque sea demasiado tarde para equilibrar la balanza totalmente a su favor—, el cuento invernal se apropia de absolutamente todo, y el duelo entre los protagonistas más antiguos de la historia se desata, dando lugar a un maravilloso Flashback de animación en la que la abuela de la la familia, Omi (Krista Stadler), narra su primer encuentro con Krampus, durante los días de su niñez asolada por la guerra.
Ese pasaje y el posterior duelo entre Omi y Krampus, aporta el vigor que la película necesita, y supone el único tramo en el que es realmente estupenda. El cuento de animación es trágico y hermoso, como los antiguos relatos de terror, y tiene la cantidad justa de emotividad. El reencuentro entre los ancianos —la abuela, sabia y valiente ante su destino, y la criatura, vieja como el invierno que no cesa—, propicia un duelo bajo las luces de una Navidad agonizante que suponen lo mejor de la película.
Después, el destino sigue su curso y el infierno se abre a los pies de aquel que ha de perpetuar la historia de aquellos que traen el invierno. Pero por desgracia —y aunque merezca ser salvada en conjunto—, la película decae de nuevo.
Sin embargo, ante esa realidad, la leyenda que Krampus oculta en sus sombras es tan hermosa, que este atrevido intento por salvar la destrucción de la Navidad, bien merece atención.
Krampus merece más, cierto. Pero, después de todo, este extraño cuento de invierno y de terror, merece la pena.
https://www.primevideo.com/detail/Krampus/0LCJ1A1H4E7D2SG6HXIBS1OV5E
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Diciembre 2022.