JULIEN DUVIVIER.
LA FANTÁSTICA REALIDAD.
Julien Duvivier fue desde sus inicios hasta sus últimos días —en los que llevó a cabo esta discreta maravilla que supone Chair de poule, aquí conocida por Carne de perdición—,un poeta del cine.
Lo fue tanto a nivel estético como narrativo, tanto fue así —que su nombre hoy en día sometido a las absurdas injusticias del olvido— supuso uno de los principales referentes del realismo poético, además de una de las claves para comprender el cine europeo en general y el francés,en concreto el realizado entre los años treinta y principios de los años cincuenta.
Su puesta en escena y su narrativa revestían de forma única (aunque también algo deudora de Jean Epstein) la realidad de fantasía, de extraña ensoñación. Así, los personajes de sus películas se mueven bajo la opresiva y cruel realidad, pero el espectador asiste a sus trágicos destinos a través de una óptica poseída por un sutil encantamiento, como si lo que ocurre en sus películas estuviese al otro lado de una ventana mojada por la lluvia.
Uno de los pilares del realismo poético y el cine naturalista francés que tanto empeño puso en llevar a la pantalla las letras y filosofía de Émile Zola y Jean Renoir, describió así a Duvivier: «Era un poeta, pero un poeta pesimista que rara vez concedió circunstancias atenuantes a sus personajes. Fue un director de actores, un optimista decepcionado y un creyente que perdió sus ilusiones».
Duvivier se mantuvo fiel a su naturaleza como autor y sus maneras cinematográficas durante toda su carrera, atacando a una sociedad enferma de sí misma desde sus días de fama con películas tan irreverentes, mágicas e imprescindibles como —en aquel 1930— la adelantada a su tiempo, Au bonheur des dames, como en su crepúsculo particular que lo llevó a trasladar el Noir a una especie de Western onírico y desesperado, bajo un opresivo y fantasmagórico desierto mediterráneo.
CHAIR DE POULE.
TRAGEDIA BAJO EL SOL Y LA LLUVIA.
Partiendo de una novela de James Hadley Chase, Duvivier irrumpe con su trágica y fantástica poesía desde los primeros minutos de la película.
Daniel y Paul, interpretados por Robert Hossein y Jean Sorel respectivamente, aguardan en el interior de un vehículo el momento oportuno para dar un golpe. Durante la espera, Duvivier modifica la prosaica realidad con una extraña y hermosa lluvia, maravillosamente captada por la fotografía de Léonce-Henri Burel.
Como en todo sueño que adorna la realidad, algo deambula entre esa lluvia, algo que provoca un fugaz temor entre los dos rateros, un mágico presagio que les hace sospechar de esa lluvia. La realidad y la fantasía unen fuerzas desde el primer minuto, la poesía salvaje de Duvivier que compondrá el desesperado destino de los protagonistas entra en escena sumiendo al espectador en una hermosa fantasía.
La realidad se abre camino entre la fantástica lluvia y cumple con los proféticos temores de los delincuentes. El fracaso irrumpe en la trama, y unos protagonistas nacidos exclusivamente para perder, se pierden entre la lluvia y la desesperada realidad.
Duvivier mezcla en su película el crimen, el castigo y la posibilidad de redención, pero en realidad no es más que un sueño.
La lluvia cesa, y como si los protagonistas viviesen ya otra vida más allá de esa lluvia, deambulan de nuevo a la deriva bajo un sol implacable y sucio que arrastra los personajes por un extraño desierto europeo sobre el que tendrá lugar un duelo de ambiciones y deseos orquestado por un ritmo denso, como en un sueño maldito donde todo ocurre lentamente.
Una vez invertido el escenario trágico y depresivo, Duvivier revive la trama y pone en juego el desértico Western y los personajes del Noir. A Daniel y Paul se suman María, Thomas y Roux, interpretados en un alarde de oficio, pasión y sensibilidad por Catherine Rouvel, Georges Wilson y Lucien Raimbourg respectivamente.
Son estos personajes mediante los que Duvivier mostrará al espectador la verdadera esencia de las mujeres de Noir y el Western: la venganza hacia los miserables que la condenan a vivir. No es que Duvivier haga un retrato inocente del personaje femenino, ella comete su crimen y tendrá su castigo, lo que hace del suyo un retrato justo y magnífico es que ese crimen es perfectamente comprensible. Y sus consecuencias, justas y equitativas.
Todos los personajes de la película son —como bien reza el título en español— merecida carne de perdición.
Ese es precisamente el eje sobre el que gira la película: la perdición.
La ausencia de redención flota en el aire denso bajo el que los modernos miserables se atraen, se traicionan, se acuestan juntos, se temen, se odian, se mienten, se manipulan, y se aferran a una fortuna que no existe más allá del espejismo que el desierto de un Western formado por un paisaje fantástico, gasolina y motores decadentes, se muestra ante un hipnotizado espectador.
Duvivier era un poeta mágico y realista, un narrador oscuro que nos desorienta por sus improbables senderos, aquí trazados bajo la tragedia que un grupo salvaje a la europea representa bajo la lluvia y el sol, sobre el suelo del desierto motorizado y a través de un aire idéntico a los personajes.
Sucio, denso, trágico, y real como los sueños que esta carne de perdición jamás verá cumplidos. Eso basta para que el espectador se vea sometido a un irónico y poético juego de palabras con los títulos de la película.
Observando el triste destino de la carne de perdición en Chair de poule, se le pondrá la carne de gallina. Depués, sencillamente, permanecerá inmóvil ante el poder de la perdición.
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
https://www.filmin.es/pelicula/carne-de-perdicion
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Junio 2021.